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domingo, 6 de marzo de 2011

KEIKO: Un Perú sano es un Perú competitivo






Cada persona que se enferma tiene un costo doble para la sociedad y para su familia. Primero, porque deja de trabajar y producir, y segundo, porque ocasiona gastos en medicinas, médicos y laboratorios. Recuerdo muy bien cuando me encontré con una madre gestante que acudió a la Micro Red de Huaura: en ese lugar me contó que había esperado más de una semana para ser atendida por el médico, y cuando tuvo que hacerse unos análisis, debió esperar veinte días más. ¡El Estado no puede prestar un nivel de servicio tan ineficiente! Este es uno de los principales problemas de los centros de salud del Estado. La cantidad de pacientes desborda su capacidad de atención.

También hemos encontrado, en casi todos los centros médicos que visitamos, que en sus farmacias no tienen el stock de las medicinas adecuado. Una administradora nos explicaba que cada mes, tiene que hacer un pedido manual a la región y este pedido demoraba en llegar. Se hace claro que necesitamos digitalizar electrónicamente el sistema de abastecimiento de medicinas y otros materiales médicos. Con esta información se podrá asignar de manera más eficiente los recursos, estandarizando los tratamientos y logrando economías de escala. Llevaremos la modernidad de la información al campo de la salud. Así mismo mejoraremos la calidad del gasto en salud dirigiéndolo a la prevención y atención en aquellas enfermedades más frecuentes. Debemos preocuparnos también por el funcionamiento de los centros médicos rurales en las zonas más alejadas del país. Los mejores supervisores de un centro médico son los propios vecinos. Por esta razón, expandiremos los Comités Locales de Administración en Salud - CLAS, una experiencia exitosa de atención a la población más necesitada, que permite a los sectores rurales contratar directamente a los profesionales, así como evaluar los servicios que ellos les brindan.
La gente tiene que sentir que el Estado se preocupa por su salud, y eso no está pasando.
Una mañana que llegué sin avisar a Echarate, donde están los pozos de gas de Camisea, lo primero que hicieron los pobladores fue llevarme a su posta médica, ahí sólo atendían un médico general, una dentista y una enfermera. No había medicinas ni equipamiento para atender emergencias. Pero a sólo unos metros, al frente, encontrábamos un complejo municipal de cinco pisos con lunas polarizadas que incluía dos piscinas temperadas con toboganes, en una ciudad donde no hay agua potable. Esto es sinceramente inaceptable


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